En las últimas semanas, mientras scrolleaba por TikTok y Twitter (X) me he encontrado un montón de vídeos de mujeres estadounidenses cortándose la melena y anunciando que se unen al movimiento 4B; concretamente a partir del 6 de noviembre, cuando el candidato republicano Donald Trump arrasó en los resultados electorales contra Kamala Harris (quien, a pesar de mantener sus contactos con Israel y aprobar el genocidio palestino, ha basado su campaña en los derechos de las mujeres).
Muchos grupos progresistas, feministas y LGBT de Estados Unidos han estado usando sus plataformas en redes desde entonces –como la generación digital que somos– para exhibir su histeria post-electoral difundiendo información (bastante alterada en mi opinión) sobre esta acción política de origen surcoreano. El movimiento 4B, que surgió en la década de 2010 en Twitter, se construye a partir de un marco radical feminista en Corea del Sur. Las mujeres (cis en su mayoría) que deciden suscribirse al movimiento 4B (biyeonae, bisekseu, bihon, bichulsan) deben:
- no tener citas con hombres
- no tener relaciones sexuales con hombres
- no casarse con hombres
- no tener hijos
Puede parecer una radicalidad desmedida, pero hay más. Hay versiones que incluyen una 5ª y 6ª norma. La quinta B se trata de no confrontar a hombres con tendencia conservadora desde la posición “educadora”. Esto muestra que la postura de las coreanas es desesperanzada respecto a cambiar la actitud de los hombres. Los hombres coreanos no tienen solución. En un artículo para The Cut, la escritora Anna Louise Sussman dice: “las mujeres del movimiento 4B de Corea del Sur no están luchando contra el patriarcado, lo están dejando atrás por completo”. Estas mujeres no pretenden confrontar su cultura profundamente machista como se venía haciendo, sino que, cansadas de reeducar a nadie, quieren superarla sacando a los hombres de sus vidas por completo. La sexta B dice que no se deben comprar productos con el pink tax (o impuesto rosa, es la tasa adicional de productos “para mujeres”, especialmente de higiene y cuidado del cuerpo, y que están ideados para promover una feminidad tradicional), oponiéndose a la multimillonaria industria que existe en Corea del Sur entorno a los estándares de belleza imposibles y la obsesión con el cuerpo. Las surcoreanas pretenden una ruptura absoluta con el rol de género que las subyuga.
¿Por qué destaco que son principalmente las mujeres cis coreanas las que llevan a cabo esta práctica? Se debe a que la base ideológica que sustenta este movimiento, el feminismo radical, excluye el transgenerismo. Pero claro, este movimiento tiene muchas limitaciones fuera del contexto surcoreano, incluso dentro de él. Mientras me documentaba, enseguida encontré testimonios de internautas trans coreanas que denunciaban que el movimiento 4B, lejos de funcionar como una herramienta emancipadora para todas, estaba cargado de transfobia y bioesencialismo.
“Se supone que esto es una alianza con las personas trans y es lógico que este movimiento no sea transexclusivo, pero el movimiento feminista de Corea del Sur ha tenido un gran problema con la queerfobia, especialmente la transmisoginia, durante décadas.” (…) “Las mujeres trans son expulsadas activamente y con violencia de los espacios activistas por la liberación de las mujeres en Corea, incluidos panfletos distribuidos por los organizadores de las manifestaciones para denunciar a los "hombres disfrazados de mujeres" para que puedan ser "expulsados" de las manifestaciones” cuenta una usuaria en Twitter (X).
Pero, ¿de dónde sale el movimiento 4B? Los inicios de articulación del movimiento apuntan al año 2016, cuando se lanzó la novela Kim Ji-Young, nacida en 1982, escrita por la novelista Cho Nam-Joo, que narra el día a día de una mujer coreana en una sociedad profundamente patriarcal. Si bien el libro no hace ninguna acusación directa a los hombres y solo se centra en las vivencias de las mujeres, fue descrito como "un terremoto que ha sacudido a las mujeres de medio mundo" y se convirtió en un referente de la lucha feminista en Corea del Sur. Aún así, ya existen registros online de años previos de grupos de feministas radicales difundiendo estas ideas en foros como Womad.
Se estima que entre 5000 y 50000 coreanas iniciaron esta acción política (principalmente online) como protesta a las presiones ejercidas por los gobiernos y un entorno cultural que roza lo misógino. Esta cifra no es para nada significativa teniendo en cuenta que Corea del Sur tiene casi 52 millones de habitantes. Es decir, quien dice que esta comunidad es algo más que minoritaria miente. El fenómeno hace mucho ruido en redes por su radicalidad, pero no es una práctica con verdadera incidencia política por el momento.
En 2021 se alcanzó un punto álgido de tensión social cuando ganó las elecciones el candidato conservador Yoon Suk-Yeol, quien hizo campaña negando la existencia de la misoginia y el sexismo rampante en la sociedad coreana, y prometiendo que derribaría el Ministerio de Igualdad tan pronto como resultara electo.
La situación de la desigualdad de género es especialmente grave en Corea del Sur. Ostenta el primer puesto en ser el país con una brecha salarial más alta entre hombres y mujeres. Ellas ganan un 30% menos a pesar de que sus jornadas laborales, especialmente en la capital (Seúl) exceden las 50 horas semanales. Crían solas a los hijos y se encargan enteramente de las tareas domésticas, incluso si tienen una jornada laboral completa. Dicho así, se genera un doble trabajo (doblemente esclavas) que muchas mujeres encuentran insostenible de compaginar, por lo que optan a no tener hijos o tener uno.
La natalidad en Corea ha caído en picado en los últimos años hasta llegar a ser el país con menor tasa de nacimientos en todo el mundo; pero esto no se origina exclusivamente por el patriarcado y la misoginia, sino también en la falta de vivienda asequible y la falta de recursos económicos para tener hijos. En la mayoría de los casos con un solo sueldo ya no dan las cuentas para mantener una familia. Y al contrario de lo que he leído en algunos foros y artículos, el 4B no ha influido nada en este descenso de la natalidad, porque esta tendencia se extiende ya por todo el mundo. Por tanto, el 4B, por su parte, y el decrecimiento de la natalidad, por la otra, son reacciones a unas condiciones materiales insoportables en la vida de las coreanas.
El movimiento logró traspasar sus límites geográficos tras la reelección de Donald Trump. Lo que las estadounidenses han interpretado de esta victoria es que una mayoría popular quiere un líder abiertamente misógino y racista –además de haber sido declarado culpable de varios delitos –, y que los grupos que lo apoyan están en contra de derechos tan básicos como el aborto. Se la han jurado a los hombres como enemigo común, lo cual me parece una lectura errada de la elección de Trump, porque los datos aseguran que un porcentaje muy alto de mujeres (exceptuando las negras) habían votado por él. Sus clamores son rabiosos: “Ningún hombre tocará mi cuerpo en los próximos cuatro años”.
A partir de los resultados, el miedo a unas medidas cada vez más restrictivas sobre sus cuerpos se implantó en la conciencia de miles de mujeres y activistas LGBT. Desde llamamientos en redes sociales a la militancia y la organización política hasta guías de cómo abandonar el país proliferan en el feed de las principales redes sociales, como Tik Tok, Twitter(X) e Instagram. Es fascinante estar presente en el fin del mundo y verlo a través de personitas hablando enfurecidas tras una pantalla de vidrio templado.
En el feed estadounidense de TikTok, lo que más me llamó la atención de los debates sobre el 4B (dejando de lado la centralidad de la huelga sexual), fueron las armas. La posesión de armas está muy restringida en Corea del Sur, pero no en EEUU. La autodefensa es fundamental para vivir en el 4B, según las estadounidenses. Aprende boxeo. Cuida de ti misma. Asegúrate de tener cámaras en todas las entradas de tu casa. Y consigue un arma, aprende a usarla y no te olvides de llevarla encima.
Puedo entender la necesidad de que las mujeres hartas encuentren comunidad y catarsis en todo el discurso 4B. Sin embargo, creo que apostar por el 4B al estilo estadounidense podría ser igualmente peligroso. Desde mi punto de vista, su contexto sociopolítico y su diversidad demográfica no es homologable de ninguna manera con la situación surcoreana donde se originó. La expansión de ideas del feminismo radical, como la transexclusión y su falta de interseccionalidad, no encajan en la sociedad como la estadounidense –liberal, multicultural, diversa racialmente y muy progresista (en comparación con otros países) respecto a la identidad de género y sexual–, presenta limitaciones como ya he dicho.
Pese a que en su mayoría las estadounidenses que suben sus proclamas a redes no están adoptando el aspecto tránsfobo de la propuesta surcoreana (tampoco la parte en la que no compran productos de higiene “femenina” ni rompen su maquillaje, porque, recuerdo, siguen siendo liberales), creo que es importante señalar la amenaza real de que el discurso feminista radical sea introducido a cada vez más mujeres (principalmente cis y blancas) habida cuenta del auge desmedido de los discursos de odio y el fascismo. Se origina un caldo de cultivo ideal para demonizar a cualquier mujer que no sea cis y agrupar masas de personas sin examinar con detenimiento la interseccionalidad de identidades. Está en nuestra mano como sujetos políticos encontrar vías transformadoras que nos organicen efectivamente como clase sin dejar a ninguna atrás.
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*El gif de la portada está realizado partir de imágienes de Getty Images