Pensábamos que no llegaría, o al menos que no nos tocaba todavía. Además, esa década tan rara, ¿Cómo se dice? ¿Los “dos mil”? ¿Los “00”? Pero resulta que ya hay películas que la miran con nostalgia y expuesta en una vitrina de museo. Una vitrina que te atropella.
El otro día vi Saltburn (no os preocupéis, no desvelo nada clave en adelante). Seguro influyó el momento post año nuevo en este artículo. El caso es que se pueden decir muchas cosas buenas de la película (con la que me reí bastante, pese a su transgresión impostada, transgresión pull&bear), y a pesar del descarrilamiento de guión sito tras esa ocurrente escena que va a disparar las ventas de bañeras (que pena que ya no quepan, las bañeras de pata gorda, en nuestros apartamentillos y colivings).
Una cosa que me llamó la atención es el uso de la música. La película está ambientada en el 2007 y está narrada (a trompicones narrada) desde un futuro que debe rondar el ahora. Por tanto y por la edad de la directora Emmeral Fennel (1985), la mirada para atrás se hace cómo se hace en los recuerdos: todo ocurre al amanecer o al atardecer, no hace frío ni calor, sólo ves planos bonitos y se escuchan las canciones que marcaron tu biografía a la manera de los soportes esos de las paredes de bouldering.
Suena, por ejemplo, “No Cars Go” de Arcade Fire ("Neon Bible", 2007), en una épica escena iniciática de pub oxoniense “ven chico raro siéntate y sé nuestro amigo para siempre”. También aciertan luego, para momento corazón rasguño, con “This Modern Love”, Bloc Party ("Silent Alarm", 2005), canción con la que la totalidad los adolescentes indies de los 2000 hemos vuelto a casa borrachos y creyéndonos desdichadísimos y deseando que nuestra ciudad fuera gris oscuro, más inhóspita y menos mediterránea, para así sufrir más nítido.
Más adelante se utiliza, para secuencia verano y trigal y champán y rosas, “Time To Pretend” de MGMT ("Oracular Spectacular", 2007). Es una canción tan celestial y tan perfecta que su mera utilización mosqueó a ciertos usuaries de Letterbox, que prestos clamaron sacrilegio - “not to mention the outrageous usage of Time To Pretend” - , pero eso para mi quiere decir que es un tótem de canción y yo me alegré de verla utilizada en un film, como si de el ascenso laboral de un amigo se tratase; sea éste una obra maestra o no (o un curro coñazo). Mirad qué loable salir airoso de cantar esto:
This is our decision to live fast and die young
We've got the vision, now let's have some fun
Yeah, it's overwhelming, but what else can we do?
Get jobs in offices and wake up for the morning commute?
El penúltimo momento es el más reconocible, y es viaje en land rover descapotable, exterior campiña inglesa tardoveraniega: no puede sino atronar “Mr Brightside”, The Killers ("Hot Fuss", 2004). Aquí ya se quitan la careta de la nostalgia y no me pareció nada mal en caliente.
La peli cierra con una escena de la que no daré detalles, pero lo hace recuperando “Murder On the Dancefloor”, de Sophie Ellis-Bextor1 ("Read My Lips", 2002). Es una canción que casi no recordábamos y que reivindica la despreocupación de la época, las canciones que hablan de bailar, las producciones eurodance: cuerdas, guitarra acantilado Joe Satriani y lo que haga falta.
En fin, que no sé qué hacer con la nostalgia. Había tratado de huir por todos los medios de los festivales que programan para treintañeros con capacidad adquisitiva, haciendo énfasis en que me gusta alguna cosa moderna descubierta por el melón en The Needle Drop. Había renegado de mis escritores favoritos de adolescente (Bukowski es atroz y cutre; Hesse roza la autoayuda). Pero ha llegado Saltburn y me ha dado gustito bajar la guardia durante hora y pico. Seguiremos informando; por ahora el pelo se me agarra firme al cráneo.
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1 Vaya apellido de super villana, por cierto. Quizá es hija de Phil Spector y maquilló así su nombre.