Roig declaró algo así como que las cocinas de las casas iban a desaparecer hacia 2050, y que el futuro estaba en los platos preparados y en la comida precocinada. Y claro, como no, mucho más y mejor si es de Mercadona, que para eso es su negociado. Está claro que Roig es un empresario admirable, pero creo que se equivoca a la hora de leer el futuro y dársela de Rapel sin túnica. Llevan resistiendo años los bidés en los cuartos de baño de los españoles, como para que se extinga la cocina, que es mucho más que el lugar donde se prepara la cocina, es el corazón que bombea vitalidad, calidez y cariño: el hogar.
Tendemos a escuchar y convertir en popes a grandes empresarios, cuando en realidad lo único que son es eso: empresarios. Lo que buscan es vender su movida, como hacemos todos a nuestra manera, y seguir creciendo y pillando pasta. Y sé que sus afirmaciones se basan en datos y tendencias, pero qué sería de este país sin su cocina. Sin esos platos de las abuelas, que construyeron nuestro paladar a base de manjares simples; sin la tortilla de patatas de una madre, que siempre es la mejor del mundo; sin esa primera cena que preparas a tu pareja, en la que todo sabe delicioso y se come poco, porque la compañía alimenta; sin la primera papilla o puré que preparas a tu hijo.
No, Roig, usted no va a tener razón, se equivoca esta vez. No vamos a quedarnos sin cocinas en casa, tampoco sin cocinar. No podemos privar a las generaciones que nos precederán de esta felicidad y disfrute, no podemos arrancar la comida y su cocinado de la educación sentimental de millones de españoles. Y mucho menos en este país, donde la gastronomía, junto con el fútbol, es de las pocas contribuciones culturales contemporáneas que sobresalen a nivel internacional.
Metido en el tema, llevo unos cuantos días consumiendo la comida preparada de Mercadona, y no está mal pero tampoco bien. Te salva de un apuro, es la verdad. Pero qué tristeza de vida va a ser esta donde el trabajo no deje tiempo para cocinar o para comer un menú del día. Algo no funciona, nos la están colando. Que en su hambre mande cada uno, pero que no lo haga el curro.
Dejemos que el mundo se acabe, pero aquí sigamos cocinando.