El frente ruge a ochocientos metros en dirección noreste. Estamos a las afueras de Tokmak, punta de lanza de la contraofensiva ucraniana de primavera. Las detonaciones de los AK-74 rasgan el aire a lo lejos como cigarras. La guerra está cerca, pero X, operador de drones del VI ejército, está tranquilo: en su frente reluce una determinación pétrea, serena. Le acompañamos en su jornada.
Cuéntame en qué consiste tu trabajo:
Es un trabajo como cualquier otro. Pero con este al menos sirvo a un propósito. Salgo al cobertizo por la mañana alrededor de las 6 o las 7. A esa hora es cuando empiezan los movimientos de tropas, las escaramuzas. En el cobertizo tengo todo mi equipo; es complejo, abundante: no cabría en otro sitio. Una montaña de aparatos que convergen en un único punto: matar rusos.
¿Has estado siempre aquí?
Me mudé a esta casa nada más empezar la guerra. Sabía que en la ciudad corría peligro. Además aquí estoy más cerca del frente: el margen de error se reduce en varios órdenes. Trabajo con distintos modelos y tamaños. Bayraktar, Mavic, Airborne. Los más grandes son casi infalibles en objetivo y los que mayor autonomía de vuelo tienen. Pero son más rápidamente detectables, y más fáciles de abatir. Los pequeños, en cambio, actúan en un radio de pocos kilómetros y no son siempre letales, pero no fallan. Quizá no maten tanto como los otros, pero sí dejan un buen reguero de mutilados, que al fin y al cabo es lo mismo. Más vale un ruso cojo que uno disparando, ya sabes. En fin, no lo sé. Es divertido. A veces me lo tomo como un videojuego, o un deporte. No es diferente de algunos simuladores de vuelo. Tengo mis marcas personales que debo ir superando. El último mes fueron 57. Este debería ser capaz de llegar a los 70, si todo va bien.
¿Qué me puedes decir del uso del dron en la guerra moderna?
Los drones han cambiado la guerra por completo. Sus reglas; su táctica y su estrategia; su funcionamiento: desde las cargas básicas de infantería a la disposición de divisiones en el teatro. Los generales deben contar con UAVs o FPVs diseminados por el terreno; con enjambres o avispones solitarios que caerán sobre sus tropas obstinadamente, con márgenes de error cada vez menores. En esas circunstancias se hace imposible mantener grandes estructuras: las unidades actuales rondan los 4 o 5 hombres, a lo sumo. Los norcoreanos, por ejemplo, lo están probando en sus carnes. Pobrecitos. Llegaron aquí hinchados de orgullo sin la menor idea de lo que les esperaba. Se lanzaban como poseídos en campo abierto, sólo para ser decimados por los escuadrones de asalto. Figúrate: una vanguardia de cuarenta o cincuenta soldados abriéndose paso en la estepa helada. Literalmente como nodos en un radar. Nos pusimos las botas. Sólo la primera semana de octubre, cuando desembarcaron, hice sesenta bajas. Preguntando a otros miembros del escuadrón las cifras eran similares. Ahora ya han ido aprendiendo, sus unidades son más pequeñas y dinámicas, pero aún así siguen concentrando el grueso de víctimas.
¿Qué harás cuando esto acabe?
Creo que tengo un gran futuro por delante. Con veintitrés recién cumplidos soy ya jefe de escuadrón, y si todo va bien al terminar el año habré ascendido a capitán. Hay otro operador, KiLLrusXal0t_87 (su alias en los canales de Telegram, en Twitch) que está bien posicionado, pero creo que no es rival. No de verdad. Además los últimos meses ha bajado el nivel sensiblemente. En las estadísticas compartidas se aprecia una clara trayectoria descendente: 54 en abril, 47 en mayo, menos de 30 en lo que va de junio. Yo voy hacia arriba. Y te puedes imaginar lo que cotizará un currículum como el mío si esto sigue adelante: tres años de campañas en Ucrania al frente de una de las unidades más mortíferas de toda la guerra. Con un poco de suerte, no es impensable un puesto de mando en la OTAN, quizás en Finlandia o Suecia, tal vez Polonia. Habrá que incrementar dramáticamente la producción de drones en Europa, incorporarlos de manera decisiva a nivel de brigada, pelotón, compañía. Yo ahí puedo ser de ayuda. No hay, ahora mismo, nadie con mi experiencia o habilidades a este lado del conflicto.
La guerra se ha vuelto extraña
La guerra se ha vuelto sofisticada. Frente a las batallas del pasado, las Guerras Napoleónicas o la Primera Guerra Mundial, que veían a hordas desesperadas de hombres arrojarse a los dientes del lobo insensiblemente, bajo el auspicio del puro número, la guerra actual es un juego mucho más fino, sutil, que depende no tanto de la estadística como del ingenio, el talento creativo. En esta época ya no hacen falta los manidos héroes, a menudo ni de lejos tales y más bien bravucones temerarios sedientos de sangre (de la suya propia y la de aquellos a su cargo). Ya no hace falta coraje, atributo ambiguo que palidece en cualquier caso junto a la fría y serena determinación, ejecutada quirúrgicamente desde espacios asépticos como éste. Lo habrás notado: no hay en el cobertizo nada que no esté dirigido sistemáticamente a la guerra; todo lo demás es adición, adorno; es superfluo y por lo tanto innecesario.
Desprecias a los héroes
El héroe es un invento. Putin, en su putrefacto panfleto pseudohistórico, previo a la invasión, veneraba entre otros a Pedro I el Grande, primero entre los héroes de Rusia y modelo cada vez más evidente de su campaña asesina. Es un cuento, una ficción. Los héroes no son sino delincuentes, piratas lavados por el barniz de la historia. Por el discurso del vencedor. No hay un sólo héroe de los que hemos aprendido a admirar, desde Ulises a Napoleón, que no haría temblar de remordimiento en su cama a la madre que lo vio nacer, de saber el alcance real de sus heroicidades; de sus fechorías. De saberlo, los habrían ahogado en la cuna. Arrojado al río con la primera pincelada del futuro criminal.
En Ucrania también tenéis héroes
Lo mismo. Cuentos de hadas. Propaganda, juegos de información. Es decir: soy consciente de la utilidad de un héroe certero. Revive a la tropa; le insufla ánimos. El cabo raso cree su historia y sale de la trinchera con un poco menos de miedo. Durante un tiempo piensa que él puede ser tal héroe; se ve vestido en sus pieles; cree a pies juntillas el mito del valor, del sacrificio, de la nación en el curso de su destino. Mueren unos cuantos puñados de rusos. La moral no es asunto menor, en fin. Pero a la hora de la verdad, lo que cuenta son los tipos como yo. Han circulado historias del deshonor de lo nuestro. No vemos la sangre, matamos a distancia. Ni siquiera estamos ahí en los momentos clave. El dron se desconecta; muere él mismo; la señal se apaga (hay quien, por otro lado, pretende deshacer esto: miembros de mi escuadrón se encargan exclusivamente de los vuelos de vigilancia; de capturar el impacto, la víscera, la esencia pura de la guerra para el resto de nosotros). Pero es así como funciona. Si no te gusta vete a tu casa, o a la retaguardia. Nosotros somos los verdaderos héroes. Pero héroes en sentido puro, cristalino, destilado de tonterías. El dron ha permitido por fin establecer la superioridad de la tecnología. De nada sirve que un Aquiles abrase a tres o cuatro si no tiene a uno de éstos flotando cerca, supervisando el campo de batalla como un ángel guardián. Y éstos: éstos no sienten. Despegan, vuelan, matan, mueren. Se acabó. No conocen el honor, el valor, el coraje y la camaradería o las mil y un chorradas de mal gusto que pergeñan los demonios con corbata, los que posan el culo tranquilos detrás de un escritorio y mandan a miles a morir al barro. Ejecutan órdenes precisas; tal vez acierten, o fallen, pero nada más.
Tú te consideras un héroe
Mira, vamos a dejarlo. Ya te lo he explicado. Quieres insistir con el cuento del héroe: es cosa tuya. Veo por dónde vas. Yo no soy ningún héroe, nadie lo es. Al menos no en el sentido asesino e hipócrita que siempre han tenido. La heroicidad nada puede hacer frente a la eficiencia, los datos. Ahí sí somos héroes, de los de verdad. Pero descuida: no veremos desfiles ni honores; no llevarán flores a mi madre si un francotirador me alcanza. Actuamos en la sombra. Una sombra como ésta: pulcra, aseada, diáfana; la guerra, en fin, reducida al mínimo común múltiplo. Está bien. No pasa nada. Nunca he buscado el reconocimiento ajeno. Los demás son idiotas en su mayor parte, por otro lado. Mejor sólo que mal acompañado; mejor sólo que rodeado de una tropa de incompetentes, violadores y asesinos; bobos torpes sedientos de sangre, que lo matarán a uno, queriendo o no, en cuanto se descuide. Bien mirado, también esto implica un sacrificio. No me juego quizás el cuello (o no como otros) pero me juego la reputación, la imagen, el recuerdo. Pregúntale si no a cualquiera en esta sucia guerra qué piensa del operador de drones.
Estupendo. Creo que tengo suficiente. Muchas gracias; buena suerte.
Gracias a ti.