Fernando Menéndez: “Un libro no se puede consumir, hay que leerlo”

Hay tipos a los que uno leía y admiraba desde la lejanía y el deslumbramiento, y ahora, por suerte, saluda con cariño y fraternidad. Por cosas así el periodismo es una profesión tan maravillosa. Fernando Menéndez (Oviedo, 1966) es uno de estos tipos. Fer es muchas cosas: profesor de escritura creativa, coordinador de talleres de lectura, columnista. Pero poeta por encima de todas y de todo. O así lo veo yo, hay poesía en su forma de estar, de apasionarse por el fútbol, de leer, de escuchar música, de tomar cócteles, de dar clase, de crear sus artículos.  Hay poesía en todo lo que escribe, un estilo y un ritmo que impregnan de virtuosismo cada palabra. ‘EL ESTUPOR. Cuaderno de un encierro' (eolas) es el resultado de un trabajo de montaje tras recoger anotaciones hechas durante el confinamiento. Notas que vieron por primera vez la luz en LA ESCENA  y que ahora salen publicadas en este libro.

P- ¿Por qué este título de ‘EL ESTUPOR’?

R- Es la mejor palabra que define cómo me encontraba. Fue un estado que me duró bastante tiempo, incluso después de que el confinamiento acabara, en esa etapa que dio en llamarse “nueva normalidad”, seguía con la misma sensación.

P- Dedicas el libro a tu padre.

R- Mi padre falleció al poco tiempo de la pandemia, no por el coronavirus. Padecía alzhéimer y sale varias veces en el libro.

P-¿Cómo se gestó?

R- Todo lo que aparece en el libro salió en LA ESCENA (www.laescena.es). Empecé a escribir estas notas fruto de la necesidad, como todo lo que he escrito y publicado. No estoy en contra de que se hagan libros por jugar o por encargo, ya me gustaría a mí. Iba tomando muchas notas, en realidad fue un trabajo de montaje, de seleccionar y organizar lo anotado. Cuando acabó el confinamiento decidí que no tenía mucho sentido seguir y lo dejé. Años después, buscando otra cosa entre los archivos del ordenador, me topé con ello. Al releerlo y ver que tenía una entidad pensé que quizá podía funcionar como un libro. Contacté con Héctor Escolar, el editor de eolas, quedó muy contento y decidió publicarlo cuanto antes.  No puedo estar más que agradecido y muy contento.

P- Entre el diario y la poesía. ¿Cuál crees que es el género que mejor le encaja?

R- Cuando empecé a escribir no tenía ninguna idea de estar haciendo un poema, es algo que estoy aprendiendo gracias a los lectores. Yo escribía un libro de notas, como el que hace un documental, pero mi cámara y mi micro eran las palabras. Lo más divertido y lo más interesante era montar esas frases, darles una entidad y un conjunto. Luego, a la hora de publicarse, sale en una colección de poesía; lo cual me lleva a pensar que si toda tu vida has publicado libros de poesía, igual es que hay algo así, parecido al temperamento poético, que hagas lo que hagas siempre aparece.

P- La cultura durante la pandemia ayudó a muchos, fue alivio en esos momentos fatales. ¿Crees que ahora se está valorando y cuidando o ya se ha olvidado?

R- Quiero pensar que algún resquicio nos queda, pero no puedo ser muy optimista. Tuvo que venir algo tan terrible como una pandemia para que se diese una situación así y, poco a poco, volvemos a estar como antes o peor. Es cansado tener que estar siempre demostrando que la cultura es importante. Obviamente hay intereses, como tener un buen servicio de salud o una casa, superiores. Pero la sociedad a la cultura le da mucho menos que la cultura a la sociedad. Me alegro de que la cultura supiese estar a la altura de las circunstancias, que no todo el mundo ni todos los ámbitos supieron estar.

P- Es peligroso identificar la cultura con una forma más de ocio.

R- La cultura claro que es ocio, pero es algo más. Tiene un componente educativo, mejora tu calidad de vida y aporta elementos que, si uno es capaz de verlos, te van a mejorar. Tampoco me gusta esa consideración del espectador o el lector como cliente, como si siempre tuviese que tener la razón.

P- La poesía te ayudó en los meses de encierro.

R- A mí la poesía me ha salvado la vida muchas veces. Al igual que Julio Llamazares, yo entiendo la poesía como un modo de entender la vida, no como un oficio. La poesía es algo que está aunque tu no quieras. “La poesía es algo en sí misma”, dice Gamoneda. Es capaz de aparecer en ámbitos donde no se le espera.

P- Poeta, das talleres de escritura y lectura, escribes en prensa. ¿Es difícil compaginar todas estas facetas?

R- Siempre soy yo. Utilizando un símil futbolístico: voy cambiando de tacos en función del prao, pero el jugador es el mismo. Los talleres son un trabajo que a mí me gusta mucho, no llevaría más de 30 años si no fuese así. Nunca hablo de mí ni trabajamos mis libros, sería de un gusto pésimo, necesito mantener cierta invisibilidad para trabajar. Me paso los días leyendo, una cosa que me gusta mucho, pero tiendo a acercarme a los libros analizándolos y estudiando, no por el mero disfrute. Cuando leo algo porque me apetece, tengo la sensación de que estoy cometiendo una especie de delito (rompe a reír). Y tengo claro, plagiando a Carver, que en los talleres de escritura no se aprende a escribir, se aprende a leer tus textos y los de los demás, que ya es mucho.

P- ¿Salimos mejores del coronavirus?

R- Nunca he creído eso. Cada vez creo menos en la bondad de la gente como entidad, creo en la bondad de las personas. Uno se asoma a los medios y da la sensación de que aquí nadie ha aprendido nada.

P- “Esta pandemia ha puesto en evidencia algo que los poetas ya sabíamos: la vida y el mundo son mucho más frágiles de lo que se piensa”. ¿Nos habíamos olvidado de la muerte?

R- Tendría que haber sido una lección de humildad grandísima, nos puso en jaque un bicho microscópico, que brilla por su ausencia. La fragilidad y la indefensión son de los materiales que más genera escritura a los poetas. Vuelvo a citar a Gamoneda: “Uno escribe poesía desde una perspectiva de la muerte”. Nos empeñamos en olvidar los ritos, en esconder la muerte a los niños; no digo que esto se convierta en una cultura de la muerte, pero vivir esto con naturalidad ayuda a una mejor aceptación.

P- La palabra “record” asociada a los muertos, ese término de “nueva normalidad”. A veces, en el lenguaje se da cierta perversión.

R- Me molestó especialmente leer “cifra récord de muertos”, vamos a ver, que no estábamos hablando de una Olimpiada. No hay cosa más cruel que reducir el fallecimiento de una persona a un simple dato.

P- Ahora parece que uno tiene que tener una opinión de todo.

R- Eso es asfixiante y una tomadura de pelo. Creo que lo más inteligente que uno puede decir en estos momentos es que no sabe o que no tiene una idea de algo. Porque parece que todo el mundo es experto en todo, y puede que de verdad en lo que son expertos es en ser ignorantes. La conciencia de la propia ignorancia, que no todo el mundo tiene, es muy beneficiosa: hace que queramos aprender y formarnos.

P- Haces un símil entre los pecios y lo que se comparte en redes sociales. ¿Qué uso haces de las redes?

R- Son una herramienta, las uso para anunciar y promocionar, muestro mi trabajo. Apenas he dado zascas, y siempre sin faltar; no escribo frases sentenciosas porque no creo en ellas y todas esas polémicas se quedan ahí, no salen a la vida real.

P- ¿El dinero determina nuestros miedos y el modo de enfrentarnos a ellos?

R- Hay ciertos miedos comunes a todos, pero está claro que el dinero te ayuda a afrontar mejor todo. El miedo, además, es muy rentable.

P- ¿A qué tienes miedo?

R- Lo que más miedo me da es el dolor y la enfermedad de la gente que quiero, mucho más que todo lo que me pueda pasar a mí.

P- Durante la cuarentena se vendían más periódicos. ¿A quienes no pagan por la información merecen que les mientan?

R- El problema es que esa idea también afecta a los que pagan.  Lo que está claro es que el buen periodismo hay que pagarlo y respaldarlo.

P- ¿Cómo ves el futuro de la prensa?

R- Los periódicos generalistas, los tradicionales, son un dinosaurio en plena glaciación. La cultura digital, los nuevos medios o las redes sociales están modificando la manera de informarse. Ahora bien, todas estas nuevas formas necesitan una reflexión y transmitir verdad. Informarse cuesta trabajo y tiempo, y más si queremos que esta información se transforme en conocimiento. Y tener claro que el buen periodismo cuesta dinero.

P- ¿Crees en un posible control preventivo de los medios por el Gobierno?

R- Me da un miedo terrible. Hay que asumir los riesgos, trabajando para que los bulos y la información nociva no hagan daño. Pero a través de una labor de educación, no por parte de la Administración.

P- Tanto tiempo encerrado en casa le permitió leer “de forma libre” y releer.

R- La relectura es la verdadera lectura. Desde mi época universitaria hago fichas de todos los libros que leo, así que volví a muchas. No me gusta este afán por las novedades que se impuso en el mundo de los libros ni esta locura de ritmo de publicaciones. Un libro no se puede consumir, hay que leerlo.

P- La música está muy presente en tu vida, y esto se filtra en tu escritura.

R-Si tuviese que elegir entre los libros y la música tendría una dificultad muy grande. Siempre he escuchado tanta música como libros he leído, además tuve la suerte de pinchar mucho tiempo en un local. Siempre ha formado parte de mi realidad.

P- En el libro también aparece tu vena cinéfila, pero no escribes nada sobre las series.

R- No me había dado cuenta. Es raro, suelo ver series. No soy un fanático de estos que no se pierden una y que siempre están al día, pero algunas como ‘The Wire’, ‘The Soprano’ o ‘Mad Men’ son muy buenas.

P- ¿Y el cine?

R- Después de la pandemia, Marta (su mujer) y yo hicimos el firme ejercicio, mantenido hasta hoy, de ir al cine. Hay que ir al cine y vencer esa vagancia de ver las películas en casa, porque están hechas para verse en pantalla grande.

P- Kiko Veneno dijo que se podía vivir sin fútbol, algo que dudo. ¿Pero se puede vivir sin el Real Oviedo?

R- No, en absoluto, sin el Real Oviedo no se puede vivir. Y también pongo en duda lo que dice Kiko Veneno.

P- Una de las notas del libro va sobre la muerte del Trinche Carlovich.

R- Qué personaje el Trinche y qué programas hizo el bueno de Michael Robinson. En ese ‘Informe Robinson’ hay un momento que emociona, cuando le preguntan al Trinche qué daría por volver a jugar y él dice que todo y rompe a llorar. Un jugador que es narración oral, apenas hay imágenes de él jugando, sabemos del Trinche Carlovich por lo que dicen otros que vieron.

P- Escribiste un libro sobre el Oviedo, también crónicas literarias sobre los partidos. ¿Cómo se llevan las letras con el balón?

R- Siempre lo lleve de una manera muy natural, creo que esta relación entre las letras y el fútbol ha mejorado mucho. Pero es verdad que hay cierta inercia y disgusta a algunos, nos llaman despectivamente “panenkitas”. Algo que asumo como un elogio. Distinguiría entre aquellos a los que les gusta el fútbol y otros a los que lo único que les gusta es que gane su equipo, yo estoy entre los primeros.

P- ¿Y este año el Real Oviedo?

R- Yo tengo la sensación de que este año asciende, ya le tiene que tocar. La clave es depender de uno mismo y estar con todo hasta el último día. Lo único que no quiero es un play-off contra el Sporting, demasiada crueldad, demasiado mal rollo, mucha gente que no lo va a asumir bien y se le va a ir la olla.

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