Fumemos, es lo más sensato

Ahora que estamos a las puertas de la tercera guerra mundial, he llegado a la conclusión de que solo nos queda fumar. 

Defender el tabaquismo no es fácil, y los argumentos clásicos ya están muy manidos: sí, hubo elegancia en ese acto, y en algún momento entre los 13 y los 16 años, rebeldía, pero poco queda de todo aquello desde que terminó Mad Men. Sin embargo, hay una razón atemporal para fumar, ajena a los vaivenes sociales y mucho más importante que lo estético: porque es esencialmente inútil (y, por lo tanto, muy humano). 

Creo que, en un mundo como el nuestro, las acciones superiores son las que no buscan utilidad ni retorno palpable alguno. Y que, de paso, son algo destructivas. Practicarlas es lo que nos diferencia —nos coloca en un escalafón superior— de los animales. No tanto el ingenio o el progreso tecnológico, que no son más que el reflejo de un cerebro más desarrollado.

Es, como tituló Nuccio Ordine su ensayo, la utilidad de lo inútil. Dice Eugène Ionesco: “Y si es absolutamente necesario que el arte sirva para alguna cosa, yo diré que debe servir para enseñar a la gente que hay actividades que no sirven para nada y que es indispensable que las haya”. Pocas cosas se me ocurre que se acerquen más al arte que ennegrecer los pulmones. Y, ahora que la inteligencia artificial nos va a pasar por encima, pocas cosas se me ocurren más lejos del alcance del temible Chat GPT

También es verdad que yo no fumo, aunque no creo que invalide nada de lo que digo. Lo que más me gustó de La sociedad de la nieve fue que fumaban como carreteros. ¿Qué iban a hacer si no? Yo no habría pasado de la primera noche, pero de hacerlo me habría convertido en un gran fumador. Estoy preparado: en las tres veces que habré fumado —todas para hacerme el chulo— he desarrollado un muy decente agarre de cigarro, “a lo Peaky Blinder”, que ha sido objeto de halagos de fumadores que respeto. 

El fumar llegará. Pero hasta entonces, puedo decir en mi defensa que yo dejé algo tan productivo como el derecho administrativo por escribir, que es un hábito esencialmente inútil, no mucho más elegante que el tabaquismo y que deja un reguero de inocentes escritores pasivos (?) a mi alrededor. Eso sí, cuando acabe con esto empezaré con los cigarros. Por lo pronto, y con evidente poco éxito, me estoy quitando de las subordinadas. Es lo más sensato. 

A esta edad tan soberbia 

que se nutre de vanas esperanzas, 

y ama lo vano y la virtud persigue; 

que reclama lo útil, estulta, 

y no ve que la vida 

en más inútil siempre se convierte; 

superior yo me siento (...) 

El pensamiento dominante, Giacomo Leopardi

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