No sex #23: Los ex de mis amigas son mis ex

Me asalta la seguridad implacable de que yo haría exactamente lo mismo por mis amigas.

Recuerdo hace ya unos años con mis amigas en una terraza cualquiera de Madrid. Todavía existía el antiguo Bar Santander en Alonso Martínez. Una de ellas contaba algo sobre el chico con el que acababa de romper. En ese relato, con tristeza y rabia, hablaba de los pormenores de la decisión; el resto tratábamos de consolarla. 

La amiga podría ser yo, podrías ser tú, podría ser tu amiga de verdad. Algo que siempre me sorprendió de crecer fue el exceso de empatía que aplicábamos, y seguimos aplicando, a cada desastre. Y digo que me sorprendió porque yo, erróneamente, creía que cuando te hacías adulta te enfrentabas sola a todos esos problemas. 

Pero resultó que estaba equivocada. 

¿Cómo puede ser que proclamemos vivir en la era de la individualidad y cuando hacen daño a una amiga mía yo lo sienta como propio? ¿Cómo puede ser que a nadie le importe nadie y yo haya gritado en una cocina improperios al aire sobre el último idiota que trató mal a alguna de las mías?

Ante el individuo, defiendo la comunidad. Ante el yo, nosotras. Ante la duda, el equipo. No como excluyente de mi singularidad, sino como complemento necesario para sobrevivir. Apuesto por la ventaja que nos proporciona  actuar como si fuésemos una tribu, protegiéndonos cuando estamos más vulnerables, sacando un instinto animal. 

*

La cuestión de todo esto no es nunca la ruptura de una relación en sí misma. Romper con alguien no es delito, como tampoco lo son desenamorarse, querer otra relación, enamorarse de otra persona fuera de la pareja o tener dudas. Pero cómo sucede sí es algo controlable y es dónde la mayoría comete fechorías muy conscientes.

Los ex como concepto, como conversación y como ente son también una demostración de algo que fue y ya no es más, una cicatriz, una causa y una consecuencia. Es poco posible salir indemne de un enamoramiento real, por eso está bien que existan, no me dan miedo, son parte de un paisaje emocional. No querría huir de lo que algún día quise y dejé de querer. Me recuerdan que es posible salir y volver a vivir.

*

Es una tarde cualquiera de una semana cualquiera y hay algún corazón roto en la mesa de una terraza cualquiera de Madrid. También hay cerveza helada y es primavera. Estamos tratando de repararlo, de darle escucha, compañía y cariño. Y todo empieza, de forma casi mística, a aliviarse por momentos. Se aligeran los pesos, brotan algunas flores—no todas— pero sí las suficientes para seguir.

Por eso, cuando llego a casa después del paseo y del diálogo me siento como si hubiese sido tratada de urgencia con un antídoto: me invade la certeza de que siempre tendré a mi tribu, de que ellas apagarían fuegos, aunque perteneciesen a los incendios que un día ya me avisaron que vendrían. La certeza de que no les importará haberme advertido, como en la crónica de una muerte anunciada, cuando llegue llorando de nuevo, por primera vez o por décima. Y, sobre todo, me asalta la seguridad implacable de que yo haría exactamente lo mismo. Porque ya lo he hecho, porque ya lo hice, porque lo volveré a hacer. Canta, a gritos, el grupo argentino Bestia Bebé: No importa / todo va a estar bien / No me expliques y creo que en eso consiste a veces la amistad. En no pedir explicaciones.

Y por eso, claro, yo no tengo sólo a mis ex, tengo a los de todas mis amigas.

sustrato, como te habrás dado cuenta ya, es un espacio diferente. No hacemos negocio con tus datos y aquí puedes leer con tranquilidad, porque no te van a asaltar banners con publicidad.

Estamos construyendo el futuro de leer online en el que creemos: ni clickbait ni algoritmo, sino relación directa con escritores sorprendentes. Si te lo puedes permitir y crees en ello, te contamos cómo apoyarnos aquí:
Lee a tus autores favoritos y apoya directamente su trabajo independiente y audaz.
VER PLANES
Costumbres

No sex #23: Los ex de mis amigas son mis ex

Me asalta la seguridad implacable de que yo haría exactamente lo mismo por mis amigas.

Recuerdo hace ya unos años con mis amigas en una terraza cualquiera de Madrid. Todavía existía el antiguo Bar Santander en Alonso Martínez. Una de ellas contaba algo sobre el chico con el que acababa de romper. En ese relato, con tristeza y rabia, hablaba de los pormenores de la decisión; el resto tratábamos de consolarla. 

La amiga podría ser yo, podrías ser tú, podría ser tu amiga de verdad. Algo que siempre me sorprendió de crecer fue el exceso de empatía que aplicábamos, y seguimos aplicando, a cada desastre. Y digo que me sorprendió porque yo, erróneamente, creía que cuando te hacías adulta te enfrentabas sola a todos esos problemas. 

Pero resultó que estaba equivocada. 

¿Cómo puede ser que proclamemos vivir en la era de la individualidad y cuando hacen daño a una amiga mía yo lo sienta como propio? ¿Cómo puede ser que a nadie le importe nadie y yo haya gritado en una cocina improperios al aire sobre el último idiota que trató mal a alguna de las mías?

Ante el individuo, defiendo la comunidad. Ante el yo, nosotras. Ante la duda, el equipo. No como excluyente de mi singularidad, sino como complemento necesario para sobrevivir. Apuesto por la ventaja que nos proporciona  actuar como si fuésemos una tribu, protegiéndonos cuando estamos más vulnerables, sacando un instinto animal. 

*

La cuestión de todo esto no es nunca la ruptura de una relación en sí misma. Romper con alguien no es delito, como tampoco lo son desenamorarse, querer otra relación, enamorarse de otra persona fuera de la pareja o tener dudas. Pero cómo sucede sí es algo controlable y es dónde la mayoría comete fechorías muy conscientes.

Los ex como concepto, como conversación y como ente son también una demostración de algo que fue y ya no es más, una cicatriz, una causa y una consecuencia. Es poco posible salir indemne de un enamoramiento real, por eso está bien que existan, no me dan miedo, son parte de un paisaje emocional. No querría huir de lo que algún día quise y dejé de querer. Me recuerdan que es posible salir y volver a vivir.

*

Es una tarde cualquiera de una semana cualquiera y hay algún corazón roto en la mesa de una terraza cualquiera de Madrid. También hay cerveza helada y es primavera. Estamos tratando de repararlo, de darle escucha, compañía y cariño. Y todo empieza, de forma casi mística, a aliviarse por momentos. Se aligeran los pesos, brotan algunas flores—no todas— pero sí las suficientes para seguir.

Por eso, cuando llego a casa después del paseo y del diálogo me siento como si hubiese sido tratada de urgencia con un antídoto: me invade la certeza de que siempre tendré a mi tribu, de que ellas apagarían fuegos, aunque perteneciesen a los incendios que un día ya me avisaron que vendrían. La certeza de que no les importará haberme advertido, como en la crónica de una muerte anunciada, cuando llegue llorando de nuevo, por primera vez o por décima. Y, sobre todo, me asalta la seguridad implacable de que yo haría exactamente lo mismo. Porque ya lo he hecho, porque ya lo hice, porque lo volveré a hacer. Canta, a gritos, el grupo argentino Bestia Bebé: No importa / todo va a estar bien / No me expliques y creo que en eso consiste a veces la amistad. En no pedir explicaciones.

Y por eso, claro, yo no tengo sólo a mis ex, tengo a los de todas mis amigas.

sustrato, como te habrás dado cuenta ya, es un espacio diferente. No hacemos negocio con tus datos y aquí puedes leer con tranquilidad, porque no te van a asaltar banners con publicidad.

Estamos construyendo el futuro de leer online en el que creemos: ni clickbait ni algoritmo, sino relación directa con escritores sorprendentes. Si te lo puedes permitir y crees en ello, te contamos cómo apoyarnos aquí:
Lee a tus autores favoritos y apoya directamente su trabajo independiente y audaz.
VER PLANES