Ser Tadej Pogacar

4 kilómetros. ¿Y si atacas en la bajada del Poggio? Te acuerdas de tu compatriota Mohoric hace tres años, cuando ganó esta carrera, esta puta carrera que a ti se te sigue resistiendo, en el descenso. Te planteas imitarle y tirarte al vacío de una manera suicida.

20 kilómetros. Los que te separan de la meta, la cual ni se te pasa por la cabeza no cruzar el primero. Llevas seis horas encima de la bicicleta, casi unos 300 kilómetros en las piernas. Te da igual. No piensas en nada que no sea ganar, por primera vez en tu vida, esta carrera. 19 kilómetros. Las piernas te arden. Respiras un poco después de la subida a la Cipressa que acabas de hacer. Sabes que la has liado. Otra vez. En la previa dijiste que tu objetivo era hacerla en menos de nueve minutos. Algunos te llamaron arrogante. Les entiendes. Les compadeces. Los datos dirán que ha sido la vez que más rápido se ha subido esta cota en toda la historia. 18 kilómetros. Tampoco puedes coger demasiado aire en la bajada. Sorteas las curvas arriesgando. El pelotón sigue medio aturdido por lo que acabas de hacer, es el momento perfecto para meterles un minuto. Recuerdas la caída de la Strade Bianche hace quince días. Ibas al límite en el descenso y mediste mal una curva. Casi te matas. No te importa demasiado. Tú sigues a más de 90 por hora. La Strade, por cierto, la acabaste ganando. 17 kilómetros. No estás sólo. Te siguen dos gigantes, los únicos que han podido aguantarte el ritmo. Sospechabas que Van der Poel pudiese seguir tu rueda en la Cipressa. A Pippo Ganna, en cambio, le intuyes fatigadísimo. Se ha vaciado para no dejarte ir. Tampoco es tan malo, piensas. Son dos rodadores que te vendrán de maravilla antes de llegar al Poggio. 16 kilómetros. A decir verdad, esperabas estar sólo a estas alturas de la película. El trabajo de tus gregarios Wellens y Narváez al inicio de la Cipressa ya había seleccionado bastante la carrera. Todos en fila, de uno en uno. Cada cinco segundos un ciclista se descolgaba. Rosario de corredores. Menuda sangría, pensabas. Y eso que todavía no habías atacado. 15 kilómetros. Porque tu ataque ha sido una cosa más cercana a la termodinámica que al ciclismo. Como si hubiesen movido Hiroshima a las afueras de San Remo. En el momento de la explosión te has puesto a 50 por hora. Moviendo más de 900 vatios. Lanzando un sprint sostenido durante dos kilómetros en una rampa al 9%. Nadie, ningún ser humano, ha pedaleado tan rápido en un sitio como este. Que no es cualquier sitio. 

14 kilómetros. Pero te han seguido. Los cabrones te han podido seguir. No te explicas cómo lo han hecho, pero a tu rueda siguen Van der Poel y Ganna. ¿Qué ha pasado con Romain Grégoire? Jurarías haberle visto aguantar tu ritmo unos metros. Tiene potencial este chico. Está destinado a grandes victorias. Pero no hoy. Hoy es cosa de mayores. 13 kilómetros. Y ahora qué hacemos. Te estás entendiendo bien con los percherones estos. Ninguno racanea, ninguno levanta el hombro pidiéndole al siguiente que pase, ninguno juega al póker. Sois generosos y sois eternos. Habéis metido un minuto entre la bajada y el llano a los restos que quedan de un pelotón mutilado. La carrera está hecha. 12 kilómetros. Vuelas. Voláis. Es una exhibición lo que estáis haciendo. Entre los tres sumáis vatios para iluminar Milán, Sanremo y media Costa Azul hasta llegar a Nantes si os lo proponéis. 11 kilómetros. Llega el momento clave. Te vas a jugar la victoria en el ascenso al Poggio. Es una cota menos explosiva que la Cipressa y estás cansado. Mal augurio. Pero también lo estarán ellos, te consuelas. Cómo no van a estarlo, si incluso a ti se te salía el corazón por la boca tras tu ataque termonuclear. Ellos tienen que estar muertos. Que se preparen que los vas a reventar. 10 kilómetros. Coronar el Poggio tú sólo. Ese es tu objetivo. Como lo ha sido en las tres ediciones anteriores y nunca lo has conseguido. Sabes que tus opciones de victoria pasan por ahí. Replicar lo de la Cipressa, meterle más vatios si puede ser y abrir un huequito de qué, ¿tres, cinco metros? con Van der Poel. No pides más. Ganna, francamente, no te preocupa demasiado. 9 kilómetros. Pues ya estamos aquí. Curva a la derecha y empieza a la subida. Son tres kilómetros a una media del 4% de pendiente. No es nada, ya lo sé. No parece suficiente para dejarles atrás. Y sin embargo aquí nos tienes a medio planeta, pendientes de lo que vayas a hacer. ¿Cómo se vive sabiendo que has reinventado un deporte? 8 kilómetros. Eres increíble, Tadej. Eres una bendición. Todo lo que digamos de ti siempre será menos de lo que realmente fuiste. Ha sido girar a la derecha, empezar la subidita del Poggio y cambiar el ritmo. Ganna directamente ha dimitido. Van der Poel no, Van der Poel te sigue y da la sensación de ir muy bien. Te quedan tres kilómetros de subida y vas a tener que apretar un poco más si quieres quedarte sólo. 7 Kilómetros. Atacas otra vez. Sacas fuerzas de donde no las tienes para regalarnos otro cambio de ritmo y de paso un par de orgasmos a los que estamos pegados a la tele. Te pones a 45 por hora (sí, en una subida), abres un huequito con Mathieu, ojo que le vas a dejar, que vas a llegar sólo a la cima. Mierda, las curvas no te ayudan. Te frena una moto. Así vas de rápido. Es muy difícil abrir hueco aquí. Lo sigues intentando. Javier Ares a punto de darle una catalepsia. 6 kilómetros. Van der Poel se pone por delante de ti. Imagino que quiere eliminar a Ganna, asegurarse la victoria en caso de que lleguéis a meta mano a mano. El italiano es muy rápido al sprint y puede sorprender. Tú, en cambio, tienes que ganar la carrera aquí, en los pocos metros de ascenso que quedan. Lo sabes y por eso atacas, por tercera vez, en la rampa más dura del Poggio. Mathieu va con el gancho, pero el cabrón no se suelta. Desesperado, atacas una cuarta vez. Nada, no hay manera de dejarlo. Yo te vi correr, Tadej Pogacar. 5 kilómetros. Ya está. Si no le has soltado aquí va a ser difícil hacerlo en lo poco que queda. Los pulmones te queman, la boca se te reseca, apenas puedes con tus piernas. Eres consciente de que acabas - acabáis- de protagonizar uno de los episodios más apoteósicos de la historia del ciclismo. Mitología del deporte moderno. 

Van der Poel, Ganna y Pogacar

4 kilómetros. ¿Y si atacas en la bajada del Poggio? Te acuerdas de tu compatriota Mohoric hace tres años, cuando ganó esta carrera, esta puta carrera que a ti se te sigue resistiendo, en el descenso. Te planteas imitarle y tirarte al vacío de una manera suicida. “Ni se te ocurra seguirme, tú tienes muchos Tours que ganar y yo sólo tengo esta oportunidad”, te dijo aquel día. No se mató de milagro. Acabó llegando primero y te alegraste por él. 3 kilómetros. Piensas en Ícaro. Piensas si será cierto, si tú también, por querer volar tan cerca del sol, te acabarás quemando. Te olvidas del sol, te olvidas del mañana. Sólo te centras en volar. 2 kilómetros. Es un corredorazo Mathieu Van der Poel. Va a volver a ganarte la Milán - San Remo. Es uno de los más grandes de siempre. Piensas que mejor para ti, que, en tu dimensión histórica, te hace mucho mejor ciclista, de una magnitud que sólo tú mereces, tener rivales tan enormes como este. 1 kilómetro. Ya estáis en Vía Roma. San Remo es bonito. Ojalá llegar algún día a esta avenida tú sólo. Las cuatro veces que lo has intentado lo has hecho acompañado. En el sprint siempre te han ganado. Pinta que hoy también será así. Eres consciente de tu dimensión, de tu leyenda, y eso que sólo tienes 26 años. Tienes cogido el sentido de la perspectiva. No te vale con ser el mejor deportista del momento. A estas alturas sólo compites contra la historia. Sabes que para ser el más grande de todos los tiempos hay que ganar esta carrera. Merckx ganó los cinco monumentos. A ti te faltan este y Roubaix. Lo seguirás intentando. 500 metros. Se os une Pippo Ganna. Otro gigante. Va a pelearle el sprint a Van der Poel. Sonríes. Nos acabáis de regalar los 30 minutos de ciclismo más hermosos que se recuerdan en este deporte. Y queda el final. 200 metros. Van der Poel, que va el primero de los tres, no para de miraros. Ganna, a su rueda. Tú prefieres quedarte detrás de ellos ¿Y si sales por el córner? ¿Y si aprovechas que no paran de vigilarse para sorprenderles? ¿Tienes tiempo y espacio y sobre todo fuerzas para que no te cojan? 100 metros.  Llevas más de seis horas encima de la bicicleta, casi unos 300 kilómetros en las piernas. Por primera vez eres consciente de que no vas a ganar. Tendrá que ser el año que viene. Van der Poel lanza el sprint. Ganna responde bien. Tú, que eres un campeón no por las victorias sino por cosas así, tratas de seguirles. 50 metros. Va a ganar Mathieu. Qué bestia es. Una máquina perfecta para correr clásicas. Heroico Ganna también, que entra a su rueda. Tras él, tú, protagonista, un pomeriggio más, de una de las mayores epopeyas que los años hayan visto. No hay bardos suficientes para cantar tanta gesta. Cruzas la meta. Nunca hubo tanta grandeza en un tercer puesto. Eres Tadej Pogacar, príncipe del ciclismo, rey de nuestros corazones. Tuyos seremos siempre.

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4 kilómetros. ¿Y si atacas en la bajada del Poggio? Te acuerdas de tu compatriota Mohoric hace tres años, cuando ganó esta carrera, esta puta carrera que a ti se te sigue resistiendo, en el descenso. Te planteas imitarle y tirarte al vacío de una manera suicida.

20 kilómetros. Los que te separan de la meta, la cual ni se te pasa por la cabeza no cruzar el primero. Llevas seis horas encima de la bicicleta, casi unos 300 kilómetros en las piernas. Te da igual. No piensas en nada que no sea ganar, por primera vez en tu vida, esta carrera. 19 kilómetros. Las piernas te arden. Respiras un poco después de la subida a la Cipressa que acabas de hacer. Sabes que la has liado. Otra vez. En la previa dijiste que tu objetivo era hacerla en menos de nueve minutos. Algunos te llamaron arrogante. Les entiendes. Les compadeces. Los datos dirán que ha sido la vez que más rápido se ha subido esta cota en toda la historia. 18 kilómetros. Tampoco puedes coger demasiado aire en la bajada. Sorteas las curvas arriesgando. El pelotón sigue medio aturdido por lo que acabas de hacer, es el momento perfecto para meterles un minuto. Recuerdas la caída de la Strade Bianche hace quince días. Ibas al límite en el descenso y mediste mal una curva. Casi te matas. No te importa demasiado. Tú sigues a más de 90 por hora. La Strade, por cierto, la acabaste ganando. 17 kilómetros. No estás sólo. Te siguen dos gigantes, los únicos que han podido aguantarte el ritmo. Sospechabas que Van der Poel pudiese seguir tu rueda en la Cipressa. A Pippo Ganna, en cambio, le intuyes fatigadísimo. Se ha vaciado para no dejarte ir. Tampoco es tan malo, piensas. Son dos rodadores que te vendrán de maravilla antes de llegar al Poggio. 16 kilómetros. A decir verdad, esperabas estar sólo a estas alturas de la película. El trabajo de tus gregarios Wellens y Narváez al inicio de la Cipressa ya había seleccionado bastante la carrera. Todos en fila, de uno en uno. Cada cinco segundos un ciclista se descolgaba. Rosario de corredores. Menuda sangría, pensabas. Y eso que todavía no habías atacado. 15 kilómetros. Porque tu ataque ha sido una cosa más cercana a la termodinámica que al ciclismo. Como si hubiesen movido Hiroshima a las afueras de San Remo. En el momento de la explosión te has puesto a 50 por hora. Moviendo más de 900 vatios. Lanzando un sprint sostenido durante dos kilómetros en una rampa al 9%. Nadie, ningún ser humano, ha pedaleado tan rápido en un sitio como este. Que no es cualquier sitio. 

14 kilómetros. Pero te han seguido. Los cabrones te han podido seguir. No te explicas cómo lo han hecho, pero a tu rueda siguen Van der Poel y Ganna. ¿Qué ha pasado con Romain Grégoire? Jurarías haberle visto aguantar tu ritmo unos metros. Tiene potencial este chico. Está destinado a grandes victorias. Pero no hoy. Hoy es cosa de mayores. 13 kilómetros. Y ahora qué hacemos. Te estás entendiendo bien con los percherones estos. Ninguno racanea, ninguno levanta el hombro pidiéndole al siguiente que pase, ninguno juega al póker. Sois generosos y sois eternos. Habéis metido un minuto entre la bajada y el llano a los restos que quedan de un pelotón mutilado. La carrera está hecha. 12 kilómetros. Vuelas. Voláis. Es una exhibición lo que estáis haciendo. Entre los tres sumáis vatios para iluminar Milán, Sanremo y media Costa Azul hasta llegar a Nantes si os lo proponéis. 11 kilómetros. Llega el momento clave. Te vas a jugar la victoria en el ascenso al Poggio. Es una cota menos explosiva que la Cipressa y estás cansado. Mal augurio. Pero también lo estarán ellos, te consuelas. Cómo no van a estarlo, si incluso a ti se te salía el corazón por la boca tras tu ataque termonuclear. Ellos tienen que estar muertos. Que se preparen que los vas a reventar. 10 kilómetros. Coronar el Poggio tú sólo. Ese es tu objetivo. Como lo ha sido en las tres ediciones anteriores y nunca lo has conseguido. Sabes que tus opciones de victoria pasan por ahí. Replicar lo de la Cipressa, meterle más vatios si puede ser y abrir un huequito de qué, ¿tres, cinco metros? con Van der Poel. No pides más. Ganna, francamente, no te preocupa demasiado. 9 kilómetros. Pues ya estamos aquí. Curva a la derecha y empieza a la subida. Son tres kilómetros a una media del 4% de pendiente. No es nada, ya lo sé. No parece suficiente para dejarles atrás. Y sin embargo aquí nos tienes a medio planeta, pendientes de lo que vayas a hacer. ¿Cómo se vive sabiendo que has reinventado un deporte? 8 kilómetros. Eres increíble, Tadej. Eres una bendición. Todo lo que digamos de ti siempre será menos de lo que realmente fuiste. Ha sido girar a la derecha, empezar la subidita del Poggio y cambiar el ritmo. Ganna directamente ha dimitido. Van der Poel no, Van der Poel te sigue y da la sensación de ir muy bien. Te quedan tres kilómetros de subida y vas a tener que apretar un poco más si quieres quedarte sólo. 7 Kilómetros. Atacas otra vez. Sacas fuerzas de donde no las tienes para regalarnos otro cambio de ritmo y de paso un par de orgasmos a los que estamos pegados a la tele. Te pones a 45 por hora (sí, en una subida), abres un huequito con Mathieu, ojo que le vas a dejar, que vas a llegar sólo a la cima. Mierda, las curvas no te ayudan. Te frena una moto. Así vas de rápido. Es muy difícil abrir hueco aquí. Lo sigues intentando. Javier Ares a punto de darle una catalepsia. 6 kilómetros. Van der Poel se pone por delante de ti. Imagino que quiere eliminar a Ganna, asegurarse la victoria en caso de que lleguéis a meta mano a mano. El italiano es muy rápido al sprint y puede sorprender. Tú, en cambio, tienes que ganar la carrera aquí, en los pocos metros de ascenso que quedan. Lo sabes y por eso atacas, por tercera vez, en la rampa más dura del Poggio. Mathieu va con el gancho, pero el cabrón no se suelta. Desesperado, atacas una cuarta vez. Nada, no hay manera de dejarlo. Yo te vi correr, Tadej Pogacar. 5 kilómetros. Ya está. Si no le has soltado aquí va a ser difícil hacerlo en lo poco que queda. Los pulmones te queman, la boca se te reseca, apenas puedes con tus piernas. Eres consciente de que acabas - acabáis- de protagonizar uno de los episodios más apoteósicos de la historia del ciclismo. Mitología del deporte moderno. 

Van der Poel, Ganna y Pogacar

4 kilómetros. ¿Y si atacas en la bajada del Poggio? Te acuerdas de tu compatriota Mohoric hace tres años, cuando ganó esta carrera, esta puta carrera que a ti se te sigue resistiendo, en el descenso. Te planteas imitarle y tirarte al vacío de una manera suicida. “Ni se te ocurra seguirme, tú tienes muchos Tours que ganar y yo sólo tengo esta oportunidad”, te dijo aquel día. No se mató de milagro. Acabó llegando primero y te alegraste por él. 3 kilómetros. Piensas en Ícaro. Piensas si será cierto, si tú también, por querer volar tan cerca del sol, te acabarás quemando. Te olvidas del sol, te olvidas del mañana. Sólo te centras en volar. 2 kilómetros. Es un corredorazo Mathieu Van der Poel. Va a volver a ganarte la Milán - San Remo. Es uno de los más grandes de siempre. Piensas que mejor para ti, que, en tu dimensión histórica, te hace mucho mejor ciclista, de una magnitud que sólo tú mereces, tener rivales tan enormes como este. 1 kilómetro. Ya estáis en Vía Roma. San Remo es bonito. Ojalá llegar algún día a esta avenida tú sólo. Las cuatro veces que lo has intentado lo has hecho acompañado. En el sprint siempre te han ganado. Pinta que hoy también será así. Eres consciente de tu dimensión, de tu leyenda, y eso que sólo tienes 26 años. Tienes cogido el sentido de la perspectiva. No te vale con ser el mejor deportista del momento. A estas alturas sólo compites contra la historia. Sabes que para ser el más grande de todos los tiempos hay que ganar esta carrera. Merckx ganó los cinco monumentos. A ti te faltan este y Roubaix. Lo seguirás intentando. 500 metros. Se os une Pippo Ganna. Otro gigante. Va a pelearle el sprint a Van der Poel. Sonríes. Nos acabáis de regalar los 30 minutos de ciclismo más hermosos que se recuerdan en este deporte. Y queda el final. 200 metros. Van der Poel, que va el primero de los tres, no para de miraros. Ganna, a su rueda. Tú prefieres quedarte detrás de ellos ¿Y si sales por el córner? ¿Y si aprovechas que no paran de vigilarse para sorprenderles? ¿Tienes tiempo y espacio y sobre todo fuerzas para que no te cojan? 100 metros.  Llevas más de seis horas encima de la bicicleta, casi unos 300 kilómetros en las piernas. Por primera vez eres consciente de que no vas a ganar. Tendrá que ser el año que viene. Van der Poel lanza el sprint. Ganna responde bien. Tú, que eres un campeón no por las victorias sino por cosas así, tratas de seguirles. 50 metros. Va a ganar Mathieu. Qué bestia es. Una máquina perfecta para correr clásicas. Heroico Ganna también, que entra a su rueda. Tras él, tú, protagonista, un pomeriggio más, de una de las mayores epopeyas que los años hayan visto. No hay bardos suficientes para cantar tanta gesta. Cruzas la meta. Nunca hubo tanta grandeza en un tercer puesto. Eres Tadej Pogacar, príncipe del ciclismo, rey de nuestros corazones. Tuyos seremos siempre.

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